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Valle d’Aosta, el paraíso está más cerca

Las espectaculares vistas panorámicas y una rica y cuidada gastronomía sorprenden en todos los sentidos

Si es un apasionado de la montaña y la vida rural, de los deportes en plena naturaleza, o simplemente busca un rincón de tranquilidad, entonces Valle d’Aosta es su destino ideal. Situado en un entorno privilegiado. Valle d’Aosta brinda a cualquier visitante una experiencia sin igual, donde naturaleza, aventura y el sabor de tiempos pasados se unen para que cualquier viajero se sienta protagonista de su propia historia.

Localizado en el noroeste de Italia y rodeado de los “cuatro mil” más prestigiosos de los Alpes -el Mont Blanc, el Monte Rosa, el Cervino y el Gran Paradiso- Valle d’Aosta es un verdadero paraíso para practicar cualquier deporte de invierno.

Veintiocho estaciones de esquí entre grandes y medianas, y veloces remontes modernos y bien equipados le permitirán olvidarse de las molestas colas. Además, los equipos de nieve artificial completamente automatizados hacen que cualquiera pueda disfrutar del placer de la nieve en todo momento. Pero no sólo es el esquí de gran calidad lo que hace posible que el Valle sea una experiencia inolvidable. La calidez de la bienvenida que el pueblo da a sus huéspedes; la atmósfera calmada y tranquila de sus pequeños pueblos de montaña, donde la cultura y las tradiciones aún se mantienen vivas y en plena vigencia; las espectaculares vistas panorámicas y una rica y cuidada gastronomía le sorprenderán en todos los sentidos.

Además, si lo que busca es disfrutar de la más pura naturaleza, entonces Valle d’Aosta también es su lugar. Casi una tercera parte de su territorio está protegido ya que pertenece a la Red Ecológica Europea de Áreas de Conservación de la Biodiversidad «Natura 2000». Sus parques y reservas naturales, los cuatro jardines alpinos, sus 210 glaciares, 500 torrentes, los castillos integrados en las montañas y los más de 400 hermosos lagos alpinos dibujan un paisaje sin igual. Sin olvidar esas grandes montañas que protegen el Valle. Esta parte integrante de la corona de relieves que rodea Valle d’Aosta entra en un contacto casi «empático» con la fantasía y el corazón de quienes la observan, viven en ella o la escalan. Su lenguaje es el eco de infinidad de vibraciones, movimientos de asentamiento y contactos a lo largo de las fisuras de las placas continentales que, rompiendo el silencio de las eras geológicas, han generado fascinantes geometrías "fractales" (replicadas a distintas escalas), ásperas escenografías para paisajes sobrecogedores, pintados al azar.

Otra manera de descubrir todos los encantos que encierra esta comunidad es seguir los pasos de los antiguos peregrinos de la que se conoce como Via Francigena. Se trata de un camino que, hasta la Edad Media, era la única gran ruta de comunicación entre Inglaterra e Italia y que descendía hasta Roma. Pasear por esta ruta le dará un precioso testimonio de la tradición y cultura que el antiguo Imperio Romano dejó en la zona tras su paso. El Arco de Augusto, construido en el año 25 a.C., el Foro, el Teatro, la Puerta Praetoria, el Criptopórtico y la Muralla son algunos de los restos que se pueden encontrar del paso de los romanos por Valle d’Aosta.

No en vano, su capital Aosta se llamaba en sus orígenes Augusta Praetoria Salassorum, y era conocida también como la Roma de los Alpes.

SITUACIÓN

Valle d’Aosta, situada al noroeste de Italia, es la región más pequeña del país. Sus fronteras limitan con Francia al oeste, con Suiza al norte y con la comunidad de Piamonte al sur.

La región comprende 3.264 km cuadrados y tiene una población de 124.000 habitantes. Está rodeada por los picos más altos de Europa y está constituida por un valle central –por donde corre el río Dora Baltea- que se ramifica en trece valles laterales excavados por los glaciares y torrentes.

Actualmente, Valle d'Aosta se comunica con Francia a través del túnel del Mont Blanc y durante los meses de verano también por el paso del Piccolo San Bernardo.

Con Suiza se comunica a través del túnel del Gran San Bernardo y, también durante el verano, por el puerto del Gran San Bernardo.

IDIOMA

En el Valle d’Aosta se dominan tres lenguas: las oficiales italiano y francés, y el arcaico francoprovenzal, también llamado arpitano.

El francés es utilizado en los actos y leyes gubernamentales, pero la lengua más usada en la vida cotidiana -además del italiano- es el arpitano, que solía ser hablado en Saboya, en la Suiza francófona (o Romanda), en el área de Lyon y en el Jura. Valle d’Aosta es la única región donde todavía se utiliza ampliamente esta lengua, aunque a lo largo del siglo XX, debido a la escolarización forzosamente italianizante y a la inmigración - principalmente a la ciudad de Aosta y a la parte más oriental del Valle- la lengua proporcionalmente más hablada ha resultado ser el italiano. El gobierno autónomo de Valle d’Aosta tiene políticas especialmente orientadas al uso mayoritario del francés como símbolo de identidad cultural. Pero la riqueza lingüística va aún más allá: en algunas localidades del valle del Lys la población walser habla dialectos de raíz germánica, el titsch y el toitschu.

UN VALLE PEQUEÑO CON UNA GRAN HISTORIA

La identidad propia de Valle d’Aosta viene forjada a lo largo de siglos de historia. La región ya estaba habitada en la prehistoria y numerosas civilizaciones fueron colonizando la zona con el paso del tiempo. Los salassos, población de origen celta/ligur, fueron sometidos por los romanos después de una lucha secular durante el siglo I a.C. Los Romanos se establecieron en la región y fundaron Augusta Praetoria en el 25 a.C. Posteriormente, el Valle pasó a manos de los Burgundios, Longobardos y Carolingios hasta la dominación de la casa Saboya.

Fueron los Saboya quienes otorgaron, en 1191, la autonomía política y administrativa del terreno al conceder la carta de fueros: un documento que permitía a Valle d’Aosta tener un autogobierno político con leyes propias. Esto permaneció activo hasta 1770. El Valle se beneficiaba de una forma de autogobierno político con leyes propias y estaba presidido por la Asamblea de los Estados Generales y desde 1536 por el Conseil des Commis, una especie de junta ejecutiva formada por 24 miembros.

Napoleón, ocupado en la campaña de Italia, atravesó la región en 1800 llevando con él los ideales revolucionarios y generando simpatías y odios, admiración y miedo, leyendas y cuentos que todavía hoy se oyen en el Valle.

Con la caída de Mussolini y tras entrar en vigor la Constitución de la República Italiana en enero de 1948, se abrió un debate sobre la autonomía secular de la que gozaba Valle d’Aosta. Finalmente, y tras muchas discusiones, el 26 de febrero de 1948 se promulgó el Estatuto Especial para Valle d’Aosta. Este documento garantiza una autonomía legislativa y administrativa al territorio y da por oficiales la lengua italiana y la francesa.

Hoy la economía de la región se basa en el turismo, la ganadería de vacuno, la elaboración de productos lácteos, los vinos DOC, la producción de energía hidroeléctrica y la actividad artesanal.

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