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El violinista en la viña
¡Lo que faltaba para el duro! Cántame una canción y yo te elaboro un buen vino. O, mejor, instrumenta con un violín una pieza musical, y convierto las uvas en mágicas, en uvas para obtener los mejores vinos. Esto es lo que podría decir, en el supuesto, una plantación de viña si hablara. ¡Qué barbariedad¡ Seámos serios o por el contrario rompamos la baraja. No hay nadie que aguante estas subnormalidades (con perdón por la expresión grosera de la palabra). Pero quién en sus cabales se puede creer o aceptar como algo factible científicamente de que un violinista toca en un viñedo de Alemania para conseguir mejores vinos.
Yo creo que nadie, ni el más iluso de los mortales le puede dar un mínimo crédito a esta payasada que se ha dado a conocer durante este mes de agosto en Wurzburgo, procedente del viñedo más antiguo de Alemania que data, presumiblemente, del siglo VI. El presidente de la bodega, Michael Jansen, ha contratado a un famoso violinista, Florian Meierott, para que (desde hace dos meses) recorra con su instrumento de cuerda las venerables vides de su finca alemana situadas sobre la ladera de una montaña, interpretando piezas de compositores universales de todos los tiempos como Mozart (en el año de su 250 aniversario de su nacimiento en Salzburgo), Bach, Beethoven o Elgar.
Para justificar su disparate viticultor, el “violinista en la viña” dijo que: “mucha gente habla con sus plantas para que crezcan mejor. Yo les toco música”. Meierott ha regresado de una gira por Japón donde dice haber recibido pedidos para sus insólitos “vinos blancos con nota musical”.
El músico está convencido que un “concierto para violín en la mayor de Mozart o alguna partitura de Bach, tienen un efecto positivo sobre el vino”. De las justificaciones de Meierott no creo que haya ningún técnico en viticultura y enología en el mundo que le dé el más mínimo respaldo a sus conciertos entre viñas y para las viñas para que se “esmeren” en producir uvas más nobles y de más calidad.
En el pabellón de lo insostenible se encuentra Jürgen Fröhlich, microbiólogo e investigador en enología de la Universidad de Maguncia (situada en el oeste de Alemania), que asegura que es difícil probar esto científicamente. La idea, afirma, es muy esotérica, pero vale la pena experimentarla y catarla. Apostilla: “es más bien una cuestión mística”. Michael Jansen, de la empresa vinatera de Wurzburgo, filosofó diciendo:”sí la música clásica es buena para los seres humanos, también puede serlo seguramente para las plantas” (¿).
Después de esta acción original y de poco fundado valor en markting, el vinatero alemán lanzará al marcado a comienzos del año próximo las primeras 10.000 botellas de esta edición especial de la variedad sylvaner con la imagen del violinista Meierott en la etiqueta.
¡Vámos a ver cuántos pican en el anzuelo vinatero! Yo creo, que sí este invento se ofrece a mercados serios en la temática de la viticultura no venderá ni una escoba, como se dice vulgarmente. Ni los más folcloristas, esnobistas y estrabagantes, pienso, creen en estos “inventos con gaseosa”.
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