El museo del horror de Coney Island  
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El museo del horror de Coney Island

Enric Ribera Gabandé

Enric Ribera Gabandé

El morbo en el pabellón del turismo cada vez toma más importancia. Cada vez vende más el producto turístico a nivel internacional. Estos museos y centros de interpretación son muy visitados. Sin ir más lejos, Auschwitz I y Auschwitz Birkinau, en Polonia, cada año reciben más de un millón de personas de todo el mundo. Este Holocausto que representó para la humanidad durante la Segunda Guerra Mundial es uno de los puntos de encuentro obligados para los visitantes que acuden a la Baja Silesia. Los barracones de los prisioneros, las cámaras de gas, la horca, el paredón, los centros de experimentación de la raza Aria que llevaba a cabo el doctor Mangele con las mujeres embarazadas, las alambradas eléctricas de alta tensión…Todo es un "producto" turístico reclamado por la sociedad. ¿Pura morbosidad, quizás? ¿O no?.

Otra página del horror se ha hilvanado en el histórico parque de atracciones de Coney Island. Un dólar permite a los visitantes ver la simulación de las torturas de Guantánamo. Unas dimensionadas letras de color azul situadas en el exterior anuncian la controvertida atracción creada por el artista Steve Powers. El espectador se asoma, mediante una reja, a través de una escalera al interior de la celda y observa un robot vestido con un mono de color naranja de los prisioneros de la base norteamericana. Éste se muestra tumbado y atado sobre una tabla, y otro, con sudadera de capucha negra, sujeta una jarra metálica con agua. Cuando el billete se introduce por la ranura, el agua se vierte sobre el rostro del preso, que se revuelve y gime.

Después de presenciar esta macabra exhibición surgen las preguntas de rigor. La más frecuente viene a ser, ¿Es lícito tratar un tema así en un parque turístico? La respuesta es obvia para casi todos, ¡No!.

Pero este lucrativo negocio de mostrar rarezas, deformidades y horrores ya lo comprendió Samuel H. Gumpertz en 1911 con su negocio estadounidense. Desde entonces le siguen otros muchos más en el mundo a pesar de las denuncias que vierten diariamente algunas ONG como es el caso de El Mundo No Puede Esperar, que apostilla, "la tortura es un crimen contra la humanidad".

Y estos museos –me pregunto yo- no sé si andan muy lejos. Psicológicamente, no.

E.mail: riberaenric@telefonica.net




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