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¿Tapón sintético?, ¡No, por favor!
Enric Ribera Gabandé El dilema es, ¿tapón sintético o corcho natural? Y la respuesta, creo, es unanime. Todos están de acuerdo en que el corcho natural no tiene discusión. Por muchas razones y argumentos de peso en los que coinciden, prácticamente, la gran mayoría. Veámos. Los 200 años de hegemonía del corcho natural no se pueden desbancar de un plumazo, ya que sí éstos fueran de dudoso servicio o perjudicasen en algo la estabilidad o conservación de los vinos, estoy seguro que ya se hubiera creado alternativas válidas.
El corcho natural no tiene que competir con un handicat tan importante como es el TCA (tricloroanisol), que es, entre otras cosas, el responsable del desagradable sabor acorchado en el vino. Tampoco tiene que hacerlo con el tapón de plástico, que añade sabores no agradables al vino, ya que este material deriva del petróleo.
El de silicona, que aparentemente podría parecer perfecto, tampoco lo es, por el mismo motivo que los anteriores: se conocen, estos corchos, como de silicona pero están confeccionados con derivados del petróleo.
Los vinos embotellados con cierre de tapón sintético crean problemas serios de reducción y de componentes sulfurosos. Alan Limmer, doctor en químicas y enólogo de Nueva Zelanda, apunta que los sintéticos llevan ya cuatro o cinco años desde su lanzamiento, y nadie los defiende, ni tan siquiera para embotellar vinos jóvenes y de rápido consumo.
Por el contrario, los naturales afrocen una garantía de seguridad añadiada, y una casi perfecta inocuidad. El corcho natural es un producto seguro. Esto, pienso, nadie lo discute. Sus condiciones de levedad, al pesar tan sólo 0,16 gr. por centimetro cúbico (contiene un 90% de gas) ; al ser flexible, elástico y compresible (gracias a los 40 millones de células por cm3 que hacen que se adapte perfectamente al cuello de la botella), garantizan, por un lado, la estanqueidad del líquido contenido, y por otro, la perfecta estabilización de éste.
La impermeabilidad del natural viene dada por la suberina y la cerina, lo que permite salvaguardar al vino de los atáques externos así como también su incorruptibilidad, evita la oxidación producida por la humedad. Por otra parte, el corcho natural representa, como ningún otro tipo de cierre, el mayor respeto hacia la naturaleza. El corcho es una materia que se extrae sin dañar el árbol. Sus espesos bosques, los alcornocales, son refugio de numerosa flora y fauna. El corcho fija el doble de su peso en CO2.
Por lo tanto el dilema se decanta, mayoritariamente, a favor del corcho natural. De momento, el sintético tiene que esperar o tiene que tener otras procedencias que no sean los derivados del petróleo. Vino y petróleo no tienen parengón, son totalmente antagónicos. Uno con el otro se llegan a pegar auténticas bofetas organolépticas.
¿Tapón sintético? ¡No, por favor!
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